Montse, que asiste a un grupo de MLC desde el mes de octubre, dice al terminar la clase: «Cecilia, nos dijiste que no nos compráramos zapatos a las rebajas de Navidad y no lo he hecho. Ahora he ido a comprar zapatos para el verano y he tenido que coger un número más!!!!! Haciendo MLC, ¿crece el pie?»
Como puede suponer, a Montse, no le ha crecido el pie; lo único que ha pasado es que ahora su pie ocupa el espacio que necesita.
A menudo vamos como si los pies estuvieran encogidos. Los motivos pueden ser diversos: nunca nos quitamos los zapatos y, por tanto, el movimiento queda reducido, limitado; llevamos calzado estrecho o rígido, caminamos siempre con zapatos de tacón alto, arrugamos los dedos cuando nos ponemos nerviosos o estamos inseguros, etc. Todo esto acaba provocando que los músculos de la planta del pie se contraigan y se vayan encogiendo poco a poco; a algunas personas los dedos de los pies prácticamente no los tocan al suelo porque han adoptado una forma de garra, como si fueran un pájaro. A los pájaros, esto les va muy bien para aferrarse a las ramas, pero nosotros vivimos en el suelo.
Después de trabajar durante unos meses con respeto y suave el cuerpo, los músculos y tendones de la planta del pie de Montse se han estirado y los dedos de los pies ahora le tocan más al suelo. La superficie que toca, que se apoya en el suelo, aumenta. Es como si la forma de garra fuera desapareciendo.
Montse ha empezado a descuazarse y ahora sus pies son un excelente soporte para su cuerpo.
Cuando estamos de pie, caminamos o bailamos el único punto de apoyo y de contacto de nuestro cuerpo con el suelo son los pies; la calidad del contacto de estos pies con el suelo determinará cómo se colocará el resto del cuerpo y cómo distribuiremos el peso.
Cuando una persona no tiene los pies bien «arraigados» en el suelo, bien apoyados, cuando sus pies no ocupan el espacio que necesita, es una persona a la que le falta «estabilidad corporal», que pasa de puntillas por la vida, que no se siente segura. También podríamos decirlo a la inversa: Las personas poco seguras, que no quieren hacer ruido , tienen poco contacto de los pies con el suelo. Puede que haya experimentado alguna vez que después de un susto en una situación que finalmente no ha sido nada, al relajarse y pensar “Uff, menos mal”, los pies vuelven a tocar más en el suelo.
Como veis, una manera de actuar, de sentir, de vivir, comporta una manera de disponer el cuerpo y viceversa. Así que trabajando el cuerpo, podemos incidir en aspectos que van más allá de los músculos. Podemos percibirnos distintos y sentir bienestar personal.
Montse ya lleva un camino recorrido, pero una manera de empezar de manera sencilla, si te apetece, es poniéndote de pie y sintiendo cómo apoya los pies en el suelo, cómo siente las piernas, la pelvis, la espalda. Luego coja una pelota de tenis y colóquela debajo del pie derecho y empiece a hacerla rodar durante unos minutos, tranquilamente, pero intentado que pase por todas las partes del pie.
Mirad en la frente, aflojando las mandíbulas y los brazos. La parte izquierda de su cuerpo le apoya. No olvide respirar!!!
Cuando se quite la pelota de debajo del pie derecho, dedique unos segundos a escuchar su cuerpo: ¿Cómo se apoya el pie derecho en el suelo en relación a la izquierda? ¿Existe algún cambio en alguna otra parte del lado derecho del cuerpo? ¿Cómo se siente?
Ahora sólo queda repetir el movimiento con el pie izquierdo.
Por último, quiero dar las gracias a Montse por darme permiso para utilizar su historia para contar una parte del trabajo que hago.